EL ASESINATO DE MI HERMANA LUCIA GARRIDO

Mi  nombre es Rosa Garrido,  Soy hermana  de Lucía Garrido,  asesinada vilmente en abril de 2008 en su domicilio en la finca de los Naranjos situada en el pueblo malagueño de Alhaurín de la Torre.  Después de tantos años de sufrimiento  y  de  lucha  para  intentar  esclarecer  lo  que  le  ocurrió  a  mi hermana, me decido a escribir esta carta para denunciar una realidad que aún todavía me sobrecoge pues jamás hubiese imaginado,  ni  por lo más remoto, la cantidad de trabas y obstáculos con los que me he encontrado sobre todo  por parte de aquellos que en teoría  están al  servicio de la ciudadanía y,  en teoría también,  del  lado de las víctimas.  Y lo hago no con un sentimiento de venganza,  ni  cegada por la  rabia,    sino simplemente porque creo que con esta carta puedo contribuir a  que se corrijan tantas actitudes y tantos actos reprobables que desde mi punto de vista  no caben en un Estado de Derecho.

Mi hermana murió de una manera terrible; golpeada, apuñalada y finalmente ahogada en la piscina de su vivienda.  Fue una víctima más de la violencia machista, algo que aún, para mi sorpresa,  no está claro para jueces e investigadores.  Pero,  Lucía se cansó de acudir al cuartel de la Guardia Civil y a los juzgados para denunciar su situación. Una situación terrible de malos tratos y amenazas por parte de su pareja,  Manuel Alonso que la hizo vivir al límite de la desesperación y del miedo,  máxime cuando aquellos que podían haberla protegido se desentendieron de hacerlo y la abandonaron a su suerte. No hubo un momento de respiro para ella. No encontró en nuestras instituciones una mano amiga que comprendiera su situación e intentara remediarla.  No sólo sus denuncias caían en saco roto sino que en numerosas ocasiones los  agentes de la guardia civil  que deberían  haber velado por su protección se pusieron incondicionalmente del  lado de su pareja,  Manuel Alonso,  desacreditando sus denuncias y haciéndola sentir lo insignificante que era para ellos. Aún,  leo con estupor, rabia e indignación el auto del juzgado número 1   de Málaga,  con fecha del año 2007, donde su titular le niega a mi hermana una orden de protección no dando credibilidad a  sus temores de que algo malo le  iba  a suceder.

¿Algunos de ustedes se puede imaginar la impotencia de Lucía resistiendo aquella finca sabiendo que su suerte estaba echada, que nada ni nadie podía evitar el  presentimiento de su muerte? ¿Se imaginan el  grado de impotencia, de miedo que debió de sentir el último año de su vida, viendo cómo  los  mismos guardias  civiles  que  tendrían  que  haberla  protegido, acudían  a  la  finca  en  actitud  amistosa  hacia su compañero  y de  claro desprecio hacia ella? Yo sí lo  sé porque lo  viví.  Y aún se me ponen los pelos de punta cuando me contaba que vivía  encerrada en su casa,  con las persianas bajadas, por miedo a que su marido le arrojara algún animal venenoso en el interior. Porque la finca de Los Naranjos era un centro de referencia de  recogida de animales exóticos en Andalucía.  Y claro,  por eso,  Manuel tenía una relación constante con los  miembros del SEPRONA de la  guardia civil,  alguno de ellos trabajaba  de manera ilegal  para él,  y todos eran conocedores de la situación de desamparo de mi hermana y de su hija, Sara, mi pequeña sobrina que tuvo que vivir el terror que experimentaba su madre en primera persona,  una niña de tan solo diez años de edad.  Pero,  Lucía no quería dejar su casa,  ni  aquella finca que con tanto esfuerzo había levantado junto con su compañero. Era una luchadora. Una mujer que no aceptaba los chantajes ni las amenazas para que  abandonara  aquella  finca.  ¿Alguien  se  imagina  lo  que  es  oír  los rugidos de los  leones,  de los  tigres durante días porque  Manuel  no les daba de comer como amenaza hacia ellas?

En abril  de 2008 sucedió lo  que ya se había anunciado.  Mi  hermana fue asesinada de manera brutal. Tal vez,  lo  más razonable hubiese sido que alguien nos diese explicaciones a la  familia de cómo había podido pasar aquello.  Tal  vez,  una disculpa,  un reconocimiento  de que alguien se había equivocado,  una promesa de que aquel  crimen se iba  a  investigar  hasta sus últimas consecuencias.  Para mi sorpresa y mi decepción  nada de esto ocurrió.  Más bien,  todo lo contrario.  Yo en mi vida me había visto envuelta en una situación  de este tipo.  Nunca había tenido necesidad  de acudir a un  cuartel   de   la   Guardia   Civil.   Pensaba,   como   piensan  todos   los ciudadanos,  que ante un hecho tan dramático,  íbamos a  recibir todas las atenciones e información que se les debe dar a las víctimas.  Mi caso no es este.  Fui  tratada con una brutal  indiferencia,  a  veces con desprecio.  No lograba  comprender en qué tipo de sociedad vivía.  La investigación  fue un fiasco.   Corrió  a  cargo  del  Teniente  Valentín.   Manuel  Alonso  se  había preparado una coartada para el día en que asesinaron a mi hermana.  Eso le  sirvió  para quedar libre  de toda sospecha,  a pesar de lo  burdo de su coartada, dejándose grabar en gasolineras, recogiendo tickets de consumiciones en todos los  lugares  en los  que estuvo aquel  fatídico día, esta cuartada analizada por el Servicio de Asuntos Internos de la Guardia Civil fue calificada como falsa e inverosímil.  Sólo un año después de la muerte  de  mi  hermana,  sucedió  otro  hecho  terrible  en  aquella  finca. Manuel  Alonso  disparó  contra dos jóvenes  colombianos  que,  según  su versión,  habían entrado a  robar.  Los dos jóvenes  colombianos  cayeron fulminados por los disparos de Manuel Alonso, actualmente esta causa ha sido reabierta.  El  encargado de investigar aquellos hechos fue el  mismo teniente que investigaba  la  muerte de mi hermana. A pesar de la gravedad de  estos  acontecimientos,  la  causa  de  mi  hermana  se  archivó  poco después  en  2009  por falta  de  autor  conocido.  Más tarde  se  archivaría también la  de la  muerte de los dos jóvenes colombianos con el argumento de la  legítima defensa. A ningún juez ni fiscal,  ni por supuesto guardia civil, le  extrañó  que  en  el  transcurso  de  un  año,  tres  personas  hubiesen resultado muertas en la  misma finca.

No hubo nunca ningún interés  por investigar ni por aclarar la  muerte de mi hermana,   ni   por  supuesto   la   de   los   dos  jóvenes   colombianos.   Mi indignación  subió de tono cuando en el  año 201 O,  el  teniente encargado de investigar estos casos resultó detenido acusado de formar parte de una trama vinculada al  narcotráfico,  trama de la  que también formaba  parte, ¡oh,  sorpresa!,  el ex-compañero  de mi  hermana,  Manuel Alonso.  Ambos fueron  condenados  a   penas  de  prisión  en  2016  por  estos  hechos.  El teniente Valentín a diez años.  Manuel Alonso,  a tres.

En  mi  fuero  interno  siempre  creí  que  esta  concatenación  de  hechos bastaría para que alguien impulsara de nuevo el sumario de la muerte de Lucía y el de los dos colombianos. Creo que hubiese sido el deber de la propia   Guardia   Civil,   de   la   Fiscalía   o   de   los   Juzgados.   Para   mi desesperación   nada  de  todo  esto  sucedió.   Para  entonces  ya  había recibido algunos mazazos más. El entonces teniente del SEPRONA había testificado  a favor   de Manuel  Alonso  en el juicio que se llevó a cabo en 2009 en el juzgado número 8 de Málaga para determinar la  compensación económica que le  correspondía a  mi sobrina Sara,  hija  de Lucía y Manuel Alonso,  tras el  asesinato de su madre.   Este oficial  sostuvo,  faltando a la verdad,  que  mi  hermana  apenas tenía  participación  en el  trabajo  de  la finca.  Su testimonio,  el  de todo un oficial  de la  Guardia Civil,  sirvió para que Sara viera reducida  notablemente su compensación económica.  ¿Era posible  esto?  No sólo  habían asesinado  a  mi  hermana,  no sólo  no se investigaba  sino que miembros de la Guardia Civil se ponían al servicio de Manuel Alonso  para regatear con la compensación de una huérfana.

Y la  cosa no quedó ahí. Otro guardia civil  en activo,   que ejerce funciones en la Comandancia de la Guardia Civil de Málaga, como Sustituto del Abogado del Estado, fue el encargado de defender a Manuel Alonso en la demanda que le  interpusimos  por el  impago  de la  pensión a  mi  sobrina Sara. ¿Es esto posible? Sí, lo fue hasta que la AUGC de Málaga denunció este escándalo y no tuvo más remedio que dejar su defensa. Actualmente, Manuel  Alonso  cumple  una  pena de  prisión de  cinco  meses  por estos hechos.  Pero  no  sólo  eso.  El  citado  agente    también  asesoró  como abogado a Manuel Alonso para la venta de su finca,  según testifican  los propios compradores,  con el fin de eludir su responsabilidad en el pago de la   pensión,   hechos  por  los   que  actualmente  también   se  encuentra investigado  por un presunto delito de alzamiento de bienes y cuya causa tras finalizar su instrucción esta a la espera de celebración del juicio.

Nunca recibí una explicación por parte de la Comandancia de Málaga. Después de ver lo  que había visto no me quedaba ninguna duda de que no podía esperar nada de todas aquellas instituciones que debían de velar por el  interés  de las  víctimas,  pues,  sobra decirlo,  me cansé de acudir a todos  los  lugares  imaginables  para denunciar esta  situación.  Y lo  único que encontré fue silencio.  Silencio y miedo.

Mi   último  cartucho  de  esperanza  lo  deposité  en  la  AUGC  (Asociación unificada de guardias civiles) de Málaga. Afortunadamente  allí di con las personas adecuadas que me volvieron  a hacer creer en la  honestidad y en la  honradez de la  Guardia Civil.  Personas que sabían de lo  que hablaba y que estaban dispuestos a  luchar contra esa maraña de corrupción que a todas luces me sobrepasaba. Gracias a ellos, en el año 2012, cuatro años después  del  asesinato  de  mi  hermana,  pudimos  reabrir  su  sumario  y empezar a investigar el por qué de su muerte y quien o quienes estaban detrás de ella.  Pero esa reapertura ni ha sido ni es un camino de rosas. Una vez reabierto el  sumario fue la  Policía Nacional  la que se encargó de la  investigación.  Una investigación  a todas luces insuficiente  que concluyó en la imputación de Manuel Alonso como autor intelectual de su asesinato. Sin embargo, algo es algo. Se empezaba a descorrer una cortina opaca y sucia  que  siempre  ha  impedido  ver  el  trasfondo  de  la  muerte  de  mi hermana

Y como  muestra  de  este  trasfondo  oscuro  y  de  la   investigación  tan irregular que se hizo sólo diré que los periodos de escucha autorizados por el juzgado no se transcribieron en su totalidad y hubo muchas reticencias por parte de  la  propia  Comandancia de  la  Guardia  Civil   a  remitirlos  al juzgado.  A  eso hay que añadir que el  registro de llamadas entrantes y salientes de Manuel Alonso el día del asesinato de Lucía y el de los  días anteriores  y  posteriores  se  han  perdido  para  siempre  porque  el  lugar dónde se custodiaban se «inundó», según versión del guardia civil responsable de su custodia.

Por si  esto fuera poco,  mi familia y yo hemos tenido que soportar que uno de  los  guardias  civiles  del  SEPRONA    investigados  por el  Servicio  de Asuntos  Internos  de la  Guardia Civil,  que trabajaba de manera ilegal  al servicio  de Manuel Alonso,  conocedor de la situación de pánico en la  que vivía  Lucia,  haya sido condecorado  por   el  jefe  de  la  Comandancia de Málaga estando  aún  investigado  y  no  resuelta  su  prescripción.   ¿Cómo hemos de interpretar este hecho la familia? Nos resulta algo vergonzoso. Tampoco entenderé nunca por qué se le  han puesto tantas trabas a  la reapertura  del  sumario  por  la   muerte  de  dos  colombianos.   La fiscalía respondió una y otra vez que este caso y el  del  asesinato de mi hermana eran  causas  sin  conexión.   Sin  embargo,   gracias  a   la   reapertura  de colombianos se pudo llegar a esclarecer en parte el  asesinato de Lucía.  Y espero y confío que la  investigación  de ese caso pueda seguir aportando más luz a todo este entramado.

A pesar de todo,  de todos los  obstáculos y de las  innumerables  trabas, estamos llegando al final,  el  momento en el  que se abra la  fase de juicio oral.  Manuel Alonso deberá acudir como imputado.  Eso,  a  pesar de que la fiscalía  no  va  a   presentar  cargos  contra  él,   y  ha  vuelto   a   pedir  su sobreseimiento en contra del  criterio  de la  propia Audiencia  Provincial  de Málaga,  que dictamino que existen  hasta trece indicios de participación  de Manuel  Alonso en el asesinato y de que los  malos tratos continuados no han prescrito  y están en vigor  y ello en contra además de la  acusación particular y la  de la Junta de Andalucía personadas en esta causa,  que si imputan  a Manuel Alonso por  los  malos tratos continuados y como autor intelectual  del asesinato de mi  hermana Lucia,  siguiendo el  criterio  de la Audiencia Provincial.  A pesar de todo ello la  Fiscalía nos  ha sorprendido vuelto a solicitar   el  pasado 26 de enero de este año el sobreseimiento de Manuel   Alonso   a  pesar  de  que  sobre  esta  cuestión  ya     se  había pronunciado clara y contundentemente   la Audiencia   Provincial, no permitiendo  dicho  sobreseimiento  sobre  Manuel  Alonso.  La  Fiscalía de Málaga no deja de indignarnos en el escrito del día 26  al insistir y tratar de fijar la hora de la muerte de Lucía, una vez más entre las 18:30 y las 20:30 horas del  día  30  de  abril  de  2008,  basándose  y  citando  parte  de  las conclusiones del  informe invalidado  por el  propio  forense en 2009,  que no lo  ratifica y que motivo  otro nuevo informe a petición de la acusación de fecha 2016, que sitúa la fecha al medio día de ese fatídico día, de lo que la Fiscalía  tiene  conocimiento,  por  lo  que  resulta  más  incomprensible  su actitud.

Alguna vez me gustaría  que alguien me aclarara  por qué ha gozado de tanta protección el que fuera compañero de mi hermana.

Un día fui a ver al coronel  de la  Comandancia  acompañada del  Delegado de la AUGC  para interesarme  por la  investigación,  la  única vez que me recibió.   La   actitud   del   coronel   me   dejo   sorprendida.   Sólo   intentó desprestigiar a mi acompañante aduciendo el hecho de estar de baja psicológica. Una baja producida precisamente por no entrar al trapo de la corrupción que se vivía en su unidad, el SEPRONA de Málaga. Con posterioridad mi acompañante ha recibido todo tipo de amenazas, coacciones,  demandas y querellas.  Su vida también ha sido un calvario para él  y su familia.  Su único delito:  conocer  la  verdad.  Creo que  una sociedad democrática no se puede permitir perder a los mejores. Ojalá el asesinato de Lucía sirva para sacar a la luz y depurar todas las responsabilidades de unos hechos que sólo son la punta de un iceberg de corrupción cuya profundidad desconocemos.

De  todo  ello  me  pregunto  constantemente,  ¿es  esto  lo  que  podemos esperar  las  familias de las victimas tras  la foto y el minuto de silencio por parte de la Administración?

https://www.youtube.com/watch?v=NO_BMdqnBsI

Deja un comentario